Aún no he encontrado la manera de hacer que Luis deje de reírse mientras le hago fotos. Y si le digo que se comporte es todavía peor… Lo bueno es que es así siempre, con cámara o sin cámara de fotos delante. Algo que envidiar. A Mª Carmen tampoco hacía falta hacerle mucho para que se riera, creo que no dejó de sonreír en todo el día. Pero lo suyo es más la dulzura. El contrapunto para alguien que trabaja revisando balances y entre asientos contables.
Antes de ver el reportaje de su boda en Campo Anibal, si los queréis conocer algo más, podéis pasaros por su reportaje de preboda que les hice hace unas semanas por el centro de Valencia.
Esta vez he puesto más fotos de lo que es habitual, pero no os imagináis el trabajo que nos cuesta a los fotógrafos de boda elegir entre más de 2.000 fotos, porque elegir significa dejar fuera del resumen muchas a las que también les tienes cariño, ¡pero es que con estas que pongo casi se pueden hacer ya el álbum de novios!
Abro el reportaje con esta divertida foto en la que dos curiosillas observan como trabaja el fotógrafo. Bueno, ¡o igual estaban mirando otra cosa! No os perdáis la última foto del reportaje, hoy lo cierro con mucho humor.
Esta foto de la novia bajando por las escaleras de su casa a la calle me recuerda mucho a Mary Poppins.
¡Qué difícil es entrar en un coche antiguo con un vestido de novia!
En Campo Anibal, el restaurante donde celebraron la boda y la cena, siempre cuidan al máximo los detalles, la decoración, el ambiente…
Cosas que pasan cuando el pasillo es estrecho, los invitados se echan encima, el novio tira para adelante, y el fotógrafo no se acobarda…
Preciosa la decoración, el seating plan (la acomodación, vaya), los centros de mesa, el ramo de novia, y la polaroid para divertir a los invitados y que se lleven un buen recuerdo, que los más jóvenes no saben que es eso de ver aparecer fotos en un papel.